La actual situación hace que los indicadores macroeconómicos adquieran una relevancia que eclipsa cualquier otro aspecto de la realidad.
Obsesionados con la reducción del déficit, la prima de riesgo y todo aquello que permita «recuperar la confianza de los mercados», la realidad de la
sociedad española se sitúa como un telón de fondo. Detrás de todo ello, las personas de carne y hueso, las historias de la vida real.
Lo económico, lo macroeconómico, marca el debate y los esfuerzos. Se da por supuesto que los problemas sociales se arreglarán de forma
automática, cuando se produzca una evolución positiva de la economía. Como si lo social fuera un subproducto de la economía. Se olvida que la
economía está al servicio de las personas, de sus necesidades, de su calidad de vida y no al revés (…). Por grave que sea la crisis o el hundimiento de una
entidad bancaria o del conjunto de la banca, es incomparablemente más grave, incluso para la economía, el hundimiento de cientos de miles de
familias abandonadas a su suerte, sin poder satisfacer sus necesidades más básicas y, lo que es peor, sin expectativas de futuro, desmotivadas.
(…) Nos preocupa que el debate sobre el Estado de la Nación se centre en los aspectos macroeconómicos y más específicamente en las dificultades de los
sistemas financieros, y los aspectos sociales sean sólo algo a lo que se alude como consecuencia de lo económico o como simple retórica.
De ahí la elaboración de este informe, tratando de poner a los temas sociales en el lugar que les corresponde, de otorgarles el protagonismo que
siempre han de tener al analizar el Estado de nuestra Nación y proponer medidas para mejorar la situación actual. (Para continuar con la información sigue los enlaces).
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